Comidas escolares: inversión estratégica para la infancia – Cumbre Mundial Brasil 2025

El 18 y 19 de septiembre de 2025, Brasil es la sede de la Cumbre Mundial sobre Comidas Escolares, un espacio que reúne a gobiernos, agencias internacionales, organizaciones de la sociedad civil y, lo más importante, a las voces de los propios niños y niñas. 

Hablar de comidas escolares no es solo hablar de nutrición. Es hablar de educación, dignidad y futuro. En muchos rincones del planeta, ese plato servido en la escuela es la diferencia entre permanecer en las aulas o abandonarlas, entre un niño con energía para aprender o uno que debe salir a trabajar, entre la esperanza y la exclusión. 

La infancia alza la voz 

En esta Cumbre, World Vision presentará el informe “La alimentación escolar en nuestras palabras: eligiendo nuestro futuro”, una investigación inédita porque fueron 1.235 niños y niñas de 13 países quienes entrevistaron a sus pares para contar cómo viven la alimentación en sus escuelas. 

Las conclusiones son contundentes: 

  • El 59 % valora positivamente sus comidas, pero el 38 % expresó insatisfacción. 
     
  • Reclaman raciones más grandes, mayor variedad y mejores condiciones de higiene. 
     
  • Muchos aseguran que rara vez se les consulta sobre lo que comen: “Es importante que nos escuchen, porque somos nosotros los que comemos la comida”, dijo un adolescente de 15 años en Guatemala. 
     
  • En Zambia, el 99 % calificó las comidas como “buenas o muy buenas”, mientras que en la República Dominicana una niña de 14 años confesó: “Algunas veces, la comida es buena, pero algunas veces no tiene sabor. Como porque tengo hambre”. 

El informe recoge también testimonios de Perú, donde algunos niños se enfermaron por mala conservación de los alimentos, y de Camboya, donde estudiantes valoran positivamente que las cocinas sean limpias y seguras. 

Una inversión con retorno 

Las comidas escolares son mucho más que un alivio en la economía familiar: cada dólar invertido en alimentación escolar genera entre tres y nueve dólares en beneficios sociales y económicos, y algunos estudios elevan esa cifra hasta 35 dólares. 

El impacto va mucho más allá de llenar estómagos: 

  • Mejora el aprendizaje (entre el 70 % y el 95 % de los niños encuestados dijeron que las comidas les ayudan a concentrarse). 
     
  • Reduce el estrés familiar y ofrece la tranquilidad de al menos una comida diaria. 
     
  • Previene riesgos sociales, alejando a niños y niñas del trabajo infantil o el matrimonio precoz. 
     
  • Crea empleo: desde 2020, los programas de alimentación escolar han generado alrededor de cuatro millones de puestos de trabajo en 85 países. 

Un derecho en riesgo 

A pesar de estas evidencias, los programas enfrentan un desafío creciente: la reducción de la financiación internacional. En contextos como Zimbabue, los niños reportan que la falta de regularidad en las comidas les provoca hambre, cansancio y exclusión. 

El llamado de la infancia es contundente: no quieren ser solo receptores pasivos, quieren ser parte de la solución. Piden participar en el diseño de menús, en el monitoreo de la calidad y en la defensa de su derecho a la alimentación. 

Como señala el informe: “Las comidas escolares son mucho más que un plato de comida, son una inversión poderosa y probada en el potencial humano, las economías nacionales y la equidad social. Y los mejores para decirnos cómo hacerlo bien son los propios niños y niñas”. 

Mucho más que comida 

Las comidas escolares son, en realidad, política pública de primer orden. Se trata de dignidad, justicia y equidad. En Ecuador, Guatemala, Haití y Venezuela, los diálogos de nutrición impulsados por iglesias y comunidades de fe ya lo han subrayado: los comedores escolares y comunitarios son un salvavidas inmediato, pero también deben vincularse con producción local, hábitos saludables y participación comunitaria. 

La Cumbre de Brasil es, por tanto, más que un evento: es una oportunidad histórica para que los líderes mundiales escuchen a los niños y niñas y se comprometan a garantizar un futuro donde cada estudiante, en cada escuela, tenga asegurado algo tan básico y transformador como un plato de comida digno. 

Las comidas escolares no son caridad. Son una inversión estratégica en capital humano y una convicción ética: ningún niño debería elegir entre aprender y comer. 

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