El conflicto, el cambio climático, los impactos económicos de la pandemia por COVID-19 y los efectos de la crisis en Ucrania están interactuando para crear nuevos y peores epicentros del hambre alrededor del mundo. La trasposición de crisis está revirtiendo los logros que muchas familias obtuvieron para superar la pobreza. Mientras los precios de los alimentos están estabilizándose tras alcanzar picos récord, en muchos países, continúan aumentando. Los altos precios de los alimentos están exacerbando las crisis humanitarias existentes y poniendo las vidas de millones de niños y niñas vulnerables en riesgo, mientras los tomadores de decisiones son lentos en tomar acciones a gran escala.
- Los impactos vigentes de la pandemia por COVID-19, la guerra en Ucrania y los efectos en las cadenas de distribución han catapultado los precios de alimentos, combustibles e insumos agrícolas, manteniendo los precios elevados mientras el acceso al empleo y a los ingresos no se han recuperado a los niveles pre-pandemia.
- Los conflictos continúan siendo el principal detonante de la incidencia de las crisis de hambre aguda más severas en el mundo. La niñez en zonas de conflicto es dos veces más propensa a sufrir malnutrición, que la niñez vive en contextos pacíficos.
Cincuenta millones de personas están al borde de la hambruna en Etiopía, Somalia, Yemen, Sudán del Sur y Afganistán, experimentando niveles de hambruna catastrófica3 (IPC5). - 1 de cada 5 personas adicionales -39 millones más en el 2022- requieren ayuda humanitaria y protección, respecto al 2021, un aumento del 21%.
- A pesar de los niveles récord de asistencia humanitaria, la brecha entre necesidades y recursos requeridos para atenderlas continúa creciendo. Estamos viendo la mayor brecha entre recursos requeridos para satisfacer las necesidades de 41 respuestas humanitarias y los fondos para sostenerlas, con un déficit de US$32.900 millones.
Si actuamos ahora, podemos prevenir que niños y niñas mueran, pero el tiempo se acaba.
